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12 may 2007

Entre desnudos(as) y rockeros(as)

Como seguro advertirán, me salté una semana en la entrega de la poesía respectiva. El pretexto fue, como villano favorito, el tiempo insuficiente, debido a una semana agitada. Desvelos casi diarios me llevaron la noche del viernes pasado a prever que sería muy difícil cumplir con dos eventos largamente esperados: la foto de desnudo masivo en el Zócalo y el concierto de Rock Vive Latino 2007. La gran carga de trabajo que he tenido y la trasnochada de ese día decidieron por mi, inhabilitándome la mañana del sábado 5 de mayo con resaca y sueño, la factura fue cobrada. Una vez recuperado, aplique mi técnica adquirida en el concierto pasado de Aerosmith, con nulos resultados por esta ocasión. Sin lugar de estacionamiento, sin boletos en taquilla, ya el Tri tocando en el fondo de mi percepción auditiva afectada por zumbidos y atacado yo por insólitas y perversas, cuando juntas, hambre y sed. Decidí volver a casa para recuperar horas de sueño, pero ¡oh sorpresa! que no recordaba la remodelación programada del lugar que rento en mi casa y que producía ruido y polvo, entrada y salida de gente y demás inconvenientes. Aún así descansé como pude hasta que a las 12 horas entré en la disyuntiva: me duermo 3 horas y media con el inminente riesgo de no levantarme o no duermo y así me voy a la cita con Tunick a las 4:30 de la mañana. Ganó la segunda opción, traté de matar el tiempo leyendo a Nietzsche pero el sueño me derrotaba, así que terminé jugando FIFA 2007 en el Play Station hasta las 3:30 para bañarme e irme a la cita del 6 de mayo en el Zócalo. Rápidamente llegué a la calle de Donceles a las 4:15 am y dejé el carro en esa misma calle, donde regularmente lo dejó en las manifestaciones de AMLO. En camino hacia Madero, empezaron las preguntas y las formaciones en varias filas, que se concentraban en una sola, para acceder pasando por dos filtros que detuvieron a personas en estados inconvenientes (el mío se habia extinguido con un poco de reposo y el baño), quienes llevaban mochilas u otros objetos no permitidos, y hasta mamás necias que querían acompañar a sus hijas hasta la foto misma sin tener que posar también (aunque debo decir que fueron más los casos que sí las acompañaron y se denudaron también) y las cuales fueron retiradas a gritos y risotadas de ¡fuera, fuera! por la muchedumbre que esperaba avanzar y veía frustrados sus intentos en esos alegatos estériles. Entré con los primeros grupos y nos apostamos enfrente del hotel Majestic, donde nos sentaron organizadamente a esperar a los demás contingentes (con esa palabra no puedo evitar acordarme de El Salvador a finales de los 80) y donde recibimos las palabras de bienvenida de Tunick. En ese mismo lugar y en el momento en que Tunick lo indicó, nos quitamos la ropa, la colocamos en una bolsa de plástico que cada quién llevaba y nos pasamos al cuadro acordonado del Zócalo. Nuevamente fui de los primeros y me coloque a unos 4 metros del lado norte del asta bandera (hacia catedral) para poder identificarme después. He leído muchas reseñas y con varias discrepo, sobretodo con la de la Jornada de una reportera de nombre Erika la cual relata que "corrian tapándose sus partes nobles a ocupar la plaza" o algo así, cosa que no me tocó ver. Al menos en mi caso, yo corrí con total desparpajo y todo hubiera sido excelente de no haber habido ese pinche frío que se sentía ya sin ropa, aumentado por la llovizna de la noche que dejó húmedo el piso (¿o habrá sido porque le pasaron las hidrolavadoras?). Yo tardé mucho en controlar la temblorina por el frío (aquí vuelvo a discrepar de la mencionada reportera de la Jornada pues se atrevió a decir que no hacía frío porque había 22 grados, no me explico como determinó esa medición), más en la posición B donde estuvimos acostados de espaldas al piso. Después de eso puedo decir que empecé a disfrutar plenamente el suceso. Era un ambiente de camaradería, una necesidad de expresión que tuvo varias explosiones de júbilo, de mordacidad, de rebeldía, que fueron del "Voto por voto casilla por casilla" que retumbó en su exacto sentido (y no en parodía como insinuaron de mala leche en la Jornada), al reclamo airado a Norberto Rivera por su postura contra el aborto, pasando por un sinnúmero de goyas a distintas facultades y escuelas de la UNAM y el infaltable "México...México...México". Todo ello ponía sumamente nerviosos a los organizadores y a Tunick se le subía el color rojo a todos los poros y se desgañitaba pidiendo silencio y respeto a su obra de arte hasta que el democrático Culero...Culero le bajaba su ego para advertirle que se enfrentaba a una masa como nunca antes, en número y calidad, con tantas cosas en la espalda, con tantos agravios y deseos insatisfechos, pero con tanta fuerza creativa y vigoroso ingenio suficientes para cambiar y revolcar a una sociedad, como él mismo lo reconocería horas después ante la prensa ("yo veo a la ciudad de México como el corazón de Latinoamérica"). Fue una simbiosis exacta, en términos biológicos, pues Tunick vino en el tiempo exacto y al lugar exacto (¡podían imaginarse esto en el 2003 en Querétaro o Aguascalientes jajaja por favor no se flagelen mentalmente!), el permitió un camino, una vía de expresión que en estos tiempos de oligarquía y cerrazón mediáticas es invaluable, generó una autoestima superior y la certeza del rumbo correcto hacia sociedades más incluyentes y progresistas. De ganancia él se lleva, además del record de asistencia por casi el triple del anterior (19,000 por los 7,000 del anterior record en Barcelona 2003), el aprendizaje fortuito para manejar multitudes insumisas y rebeldes pero con gran capacidad creativa y de improvisación, y el cariño y respeto de una sociedad que lo agasajará siempre que regrese y considerará sus éxitos como propios. Para ambos la experiencia grata y la perenne tentación de superarla. Habiendo terminado mi partcipación, camine pausadamente, disfrutando los últimos e irrepetibles momentos de caminar desnudo por el Zócalo, tardé unos minutos en ubicar mi ropa, me vestí, pasé a desayunar y regresé a casa a dormir.

Unas horas después ya estaba en el Vive Latino admirando y babeando por Ely Guerra, después de haberme fallado nuevamente la táctica de llegar sin boleto y al seguir sin haber en taquilla, haberlo tenido que comprar en Reventa me llena de verguenza y odio a mi descuido (y coraje de haber pagado 700 pesos). Moraleja: tanto para desnudarse en el Zócalo como para el Vive Latino es mejor inscribirse y procurarse los accesos con tiempo adecuado. Saludos y que ¡Viva el Rocanrol!, como dice Lora.

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