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21 feb 2009

Mis últimos viajes


La actividad del mes en curso no me ha permitido comentar puntualmente algunos viajes. Cosa que siempre se puede remediar perdonando el retraso y para mí resulta más práctico que contar uno a uno los mismos, a las personas allegadas que gratamente solicitan reseñas o cuando menos anécdotas.

El año pasado festejé y pasé mi cumpleaños en el concierto de Tiesto en el Foro Sol, este año se dió el poder realizar un viaje a Europa teniendo como principal destino la ciudad dorada: Praga. Salí exactamente el 20 de enero y seleccioné un vuelo de KLM para no tener que pisar ningún territorio xenófobo, indeseable en estos momentos de mi vida, como EUA, España, Francia o Inglaterra. Vía Amsterdam llegamos a Budapest, la perla del Danubio, mi amigo Jesús Ruiz y un servidor para inciar el itinerario planeado. En un principio había proyectado visitar Viena y Transilvania, además de Praga claro, que siempre ha sido mi anhelo pertinaz. También tuve intenciones de visitar Ucrania pero ya quedaba más lejos y será para después cuando cumpla mi segundo destino preferido: Moscú.
Hungria nos recibió con una tarde lluviosa y negra, no habiéndo mayor opción que tomar taxi, registrase en el hotel y regresarse a él después de intentar en vano recorrer la cercanía caminando. Eran tan cerradas la lluvia, la neblina y la oscuridad, que formaban un velo impresionante que dejaba como silueta difusa la vista del Castillo o Palacio Real de Buda, que teníamos en frente, con todo y su prominente iluminación. El hotel donde nos quedamos, Sofitel, se localiza en la parte de la antigua ciudad de Pest la cual se encuentra opuesta a la también antigua Buda, siendo divididas por el grandioso río Danubio y que tiempo después, junto con la isla de Obuda conformarían la ciudad actual de Budapest. Este hotel forma una franja con varios más sobre el malecón del Danubio: Four Seasons, Sofitel, Intercontinental y Marriot, a un costado del Puente de las Cadenas que une ambas mitades urbanas. Además de la neblina que nos persigió todos los días que estuvimos, el frio en Budapest era de -5 a -2, así que había que abrigarse y andar todo el tiempo como astronauta con mi chamarra azul, que llegué a adorar por impermeable, caliente y por ser un regalo traído de Alaska por mi mamá.

De resaltar es la bella Plaza de los Héroes con su columna del milenio y su hemiciclo a ambos lados, representando a las tribus fundadoras del país (siendo una de ellas la más famosa y predominante que se toma como sinónimo de húngaro: la Magyar), y flanqueando la plaza el Museo de las Bellas Artes, donde se hallaba una exposición de El Greco, y que poseé la segunda colección permanente más grande de arte español fuera de España, y el Museo Ludwig de Arte Contemporáneo con su extraño estilo arquitectónico ecléctico. El Castillo de Buda es otra parada imperdible en la ciudad, pues por su magnificencia geográfica domina la ciudad desde la colina de Buda, siendo evidentes sus varios estilos arquitectónicos, debidos a las remodelaciones por los daños sufridos contínuamente a lo largo de su larga y problemática historia o por las iniciativas cambiantes de sus inquilinos reales. Dicho palacio, por cierto, es el Museo de Historia. Recomendables también son las plazas de los pescadores y la de Corvino, igual que la iglesia de Matías por su notable arquitectura gótica (éstas dos últimas llamadas así en honor al más importante rey y líder católico de Hungría: Matías Corvino).


Por subestimar el clima y el presupuesto en días, Chucho tuvo que regresarse también para cumplir con su demandante trabajo y fue así que ya seguí solo el viaje ya no como estaba planeado, pues no pudimos ir a Viena. En lugar de eso, preferí acercarme a Praga por tren e ir conociendo algunos puntos intermedios. Fue así que estuve en 2 lugares que me gustaron mucho como la nevada Bratislava, capital de Eslovenia y segunda ciudad de la antigua Checoslovaquia con su imponente catedral y Brno en República Checa (Czeska Republika, como dice en mi botella de Absinth) que es una ciudad más moderna e industrial y que actualmente es la segunda ciudad de ese país.

Finalmente llegué a la Praga querida y de inmediato me sentí más cómodo, como en casa, con la ventaja de conocer sus barrios y suburbios, saber de sus leyendas y tener claros los recorridos que haría. Haría falta todo un año para absorber todo lo que Praga ofrece en su atmósfera multifacética. Sólo estuve 5 noches pero fueron suficientes para soñar despierto en un embeleso constante por la magia praguense, llena de monumentos arquitectónicos, expresiones y exposiciones artísticas diversas, recintos culturales grandiosos y una sociedad poderosa y vital. mas todo ello será motivo de mi siguiente post, pues Praga merece uno individual, así que hasta aquí dejo la reseña.


Saludos y seguimos mañana.

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