Bordeando al castillo, la Fosa u Hondonada de los Ciervos y la Torre Mihulka
La imponente Torre Blanca
La fascinante Torre Daliborka
Desde que llegué a Praga y distinguí su silueta, se apoderaron de mí las ganas inaplazables por recorrerlo. Sin embargo tuve que reservarlo por las prioridades más básicas de hospedaje, descanso y alimentación. El primer día que me lancé a su encuentro, decidí hacerlo caminando, pues como comenté en un post anterior, aún no descubría las bondades y facilidades del metro de Praga. Me sentí como el personaje del Agrimensor de Kafka en su inconclusa novela El Castillo, a su llegada a la ciudad con la intención apresurada de visitar el Castillo: caminando en subida, contra el viento frio que se estrellaba en la cara y sudando por el esfuerzo, sólo me faltó la nieve en el suelo para simular perfectamente el relato kafkiano. Al otro día que volví ya utilicé, más civilizadamente, el metro, pues la estación Hradcany deja muy cerca. Por lo temprano del día no había mucha gente a quién preguntar así que con pocas señas busqué como pude la Torre Daliborka la cual confundí a lo lejos con la Torre Blanca, aunque su forma rectangular me corrigió de inmediato la idea, después ví a su lado la Torre Negra y ya las identifiqué, así que bordeé el Castillo y dí con la espectacular Fosa de los Ciervos o de los Venados, según se prefiera. Y una vez más confundí a Daliborka con la también mítica Torre Mihulka, la torre de los Alquimistas, ya que ambas son de forma cilíndrica, no obstante, la excelente conservación de ésta me hizo dudar por segunda ocasión (pues Daliborka sufrió numerosos ataques e incendios) y traté de llegar al otro lado pero ya me impidieron el paso los guardias, además era peligroso por lo resbaloso del terreno y lo empinado. De hecho, no es la ruta normal para los turistas arriesgarse a entrar por lo escarpado de las laderas y como es recinto oficial con peaje de entrada pues era lógico que hubiera impedimentos para ingresar por ahí. Una vez vuelto al redil entré por la puerta principal, en el recibidor pagué mi guía electrónico y advertí que la Torre Daliborka junto con la Callejuela de Oro eran una atracción en conjunto por la que había que pagar un extra.
La imponente Torre Blanca
Aquí cabe mencionar que el Castillo de Praga no es una sóla edificación, sino que es un conjunto de éstas, amurallado y que con sus respectivas casas habitación significan la Ciudad Real. Evidentemente resalta por su altura y su belleza la Catedral de San Vito pero alrededor hay muchos otros edificios de gran valor artístico y que actualmente albergan conciertos y exposiciones. Apuntalando la muralla circundante están las 4 torres centinelas: la Blanca, la Negra, Mihulka y Daliborka, todas ellas con el pasado perverso de haber sido cárceles, con excepción de Mihulka que era el taller de los Alquimistas de la Corte del Rey Alfonso II (el apellido de la familia real era Bratislava, como la actual capital de Eslovaquia) y por ello se encontraba en la mismísima Callejuela de Oro que era la calle donde vivían los propios alquimistas pero que está dentro del Castillo. Al final de esta Callejuela se encuentra la Torre Daliborka, al extremo oriental del Castillo. Esta Callejuela esta formada por una serie de 13 casitas que ahora son tiendas de recuerdos y sólo una conserva la fisonomía original. En ellas llegaron a residir famosos magos alquimistas como los checos Tadeás Hájek y Bavor Rodovsky, y los ingleses John Dee y Edward Kelley, así como Franz Kafka que siglos después rentó una de ellas para escribir ahí, aunque también en otros tiempos fueron ocupadas por gente humilde de diversos oficios, que daban servicios al Castillo.
La fascinante Torre Daliborka
Daliborka debe su nombre a su famoso y primer prisionero llamado Dalibor, un noble caballero rebelde a quien le fue permitido o incluso se le pedía que tocara su violín desde su reclusión, inundando con sus notas lastimeras todo el rededor de su celda, en gratitud por los alimentos que la gente le convidaba. Aparte de esa leyenda sobre el origen de su nombre, que como muchas leyendas sí se basa en hechos corroborables, Daliborka tiene una muy ganada fama de ser la cárcel más cruel de la época, sobretodo con una innovación de tortura: el pocito, donde sumergían de cabeza al recluso, sometido con grilletes en una especie de armadura. De todo ello tome fotos y video pues tuve la oportunidad de recorrer todos lo niveles interiores de la Torre. Sumamente fascinante pues pude recrear todo lo que había leído en leyendas y novelas acerca de estos sitios. Algo embrujante también fue la vista que da el asomarse desde una de las ventanas de la torre hacia la Hondonada de los Ciervos, pues intimida la distancia y hace pensar imposible un escape, remontándose a aquellos tiempos de cautiverio. Esa pareja tan significativa de la Torre Daliborka y la Hondonada de los Ciervos que me remiten a mi querida novela de Gustav Meyrink: La noche de Walpurgis. No puedo evitar recordarla y revivirla, así como aquella casa blanca invisible al final de la misma Hondonada que se presenta sólo en ocasión especial, mencionada en el fantástico Gólem del mismo Meyrink.
¡Cumplida la promesa de esta reseña y esperando volver a Praga el año entrante, dejo mis siempre cordiales saludos!
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