Debido a la histérica situación reinante en el país, provocada por la psicosis de guerra del gobierno federal, varias personas hemos visto modificados nuestros planes en los últimos tiempos. Aunado a esto, después se agregó la inédita epidemia de la mal llamada influenza porcina, que exagerada hasta la ignominia, acabó por fregarnos cualquier cronograma.
Particularmente tenía un compromiso de 2 semanas para una consultoría en los comedores y restaurantes de la planta de Volkswagen en Puebla, que fue cancelada por los temores de recibir chilangos portadores de ese virus tan maléfico, según la TV claro, como medida precautoria que con sus reservas hay que respetar. No obstante, lo anterior no excluye per sé la crítica del hecho, pues la cifras y antecedentes no coinciden cuando se le trata con la magnitud que hemos visto: 17, 25, 35, 80 o hasta 300 muertes en un pais de 107 millones de habitantes o incluso en una zona metropolitana (ciudad de México) de 25 millones de habitantes, son NADA o poco más que eso, contra las mediadas tomadas y el grado de miedo vertido en los medios. Las características de dicho virus tendrían que ser extraordinarias en cuanto a su replicación y supervivencia en el aire, mecanismos y velocidad de defensa y de reacción, etc. No he visto nada alarmante en lo anunciado. Tampoco se han proporcionado datos de los muertos como edad, población, nivel socioeconómico, tránsito diario, etc. Sin datos no se pueden aplicar medidas específicas sino generales como las que hemos padecido. O están ocultando dichos datos o no los hay, no puede haber otra posibilidad, y si no los hay es porque no funciona la base de datos de la red hospitalaria nacional y debe haber responsables.
Para mí, no hay más que decir: esta enfermedad es tan mortífera en tanto que es deficiente el sistema de salud nacional y en relación directa a la pobreza de las víctimas. Además, hemos visto sólo medidas generales, que como palos de ciego, sólo denotan que no se tiene una idea clara y menos una estrategia para dominar la amenaza, si es que existe, por supuesto.
En fin que, como consecuencia, aproveché para salir de la ciudad de México y refugiarme en una de mis ciudades preferidas: Veracruz. Y es así que escribo esto mientras tomo un café gourmet en la calle Independencia en pleno centro del Puerto, aplazando mi regreso lo más que pueda, en tanto me lleno de mar, sol y cerveza... ah y también trabajo un poco, como siempre, pues no puede abstraerse uno de ello cuando se es workholic diagnosticado y en terapia.
¡Salud, a pesar de Influenzas malhabidas!
PD. Sólo para acentuar la nostalgia que me da ver el Hotel Emporio en cascarón, sin tener aún fecha de reapertura para que vuelva a dominar desde el malecón jarocho, me pase buen rato frente a él. Por otro lado, espero que mi mamá haya podido regresar de Argentina a pesar de la suspensión de vuelos a México.